miércoles, 13 de junio de 2012

Crear construyendo personajes...

Es importante abrir más espacios para  promover la escritura y la creación literaria de adolescentes y jóvenes, un ámbito que puede desplegarse positivamente en los planes de estudio y que debería ser reforzado con estímulos y pautas para el desarrollo de la creatividad y las capacidades narrativas de quienes necesitan explorar su expresión; los espacios para la lectura y la escritura desde la óptica del uso de la palabra creativa y reflexiva serán siempre oasis que nutren sus mentes.

Permitir el juego del lenguaje como medio de expresión y de maduración social y personal, asi como el desarrollo de la imaginación y el reforzamiento de hábitos de lectura preparan a los adolescentes para comunicarse mejor y expresarse en público, mejorar su dicción y comprender el fluir dinámico de la vida, explorando el ritmo poético y narrativo, la modulación de voz y la desinhibición, etc. También puede incorporarse el  uso de nuevas tecnologías en-linea, o incluso los mensajes sms y la fotografía en las propuestas creativas y en la elaboración de investigaciones sobre sus realidades. Estas alternativas vinculadas con sus intereses por diversos temas pueden resultar muy atractivas. Ahora que se aproximan las vacaciones escolares es oportuno explorar con tiempo las ofertas de talleres para adolescentes sobre escritura creativa, literatura, dibujo y teatro, que instituciones como los Museos Nacionales y el Banco del Libro, suelen abrir.

En mi caso me ha resultado muy productivo trabajar con adolescentes la construcción de personajes como herramienta creativa que permite desarrollar diversas habilidades comunicativas.  Revisando mis notas, me parece interesante presentar parte de un artículo del diario Clarin de Argentina (2002) titulado: "Diez autores cuentan cómo crear un personaje de novela" en el cual algunos autores hablan de este proceso, aquí tres de ellos:


1. RAY BRADBURY
“Hago los personajes para que vivan su propia vida”


Yo diría que creo mis personajes para que vivan su propia vida. En realidad, no soy yo quien los creo a ellos sino que son ellos quienes me crean a mí. Lo que tengo claro cuando escribo, es que quiero que los personajes vivan al límite de sus pasiones y de sus emociones. Quiero que amen, o que odien, que hagan lo que tengan que hacer, pero que lo hagan apasionadamente. Es eso, esa pasión, lo que la gente recuerda para siempre en un personaje. Pero no tengo un plan preconcebido: quiero vivir las historias mientras las escribo. Le doy un ejemplo sobre cómo es mi relación con los personajes. Es algo que me pasó: el personaje principal de Fahrenheit -obligado a quemar libros- vino un día a mí y me dijo que no quería quemar más libros, que ya estaba harto. Yo no tenía opciones, así que le contesté: “Bueno, como quieras, deja de quemar libros y listo”.


2. PAULO COELHO
“Entre las tensiones y la actitud liberadora”


Todo hombre pasa -según mi entender- por un proceso que es semejante al de un volcán. Se va acumulando masa y en la superficie no se transforma nada. El hombre, entonces se pregunta: “¿acaso mi vida será siempre así?”. En un momento dado empiezan los síntomas de la erupción. Si el hombre es una persona inteligente, dejará que la lava salga y se transforme el paisaje que lo rodea. Si es un burro, tratará de controlar la explosión; a partir de ese punto toda su energía se gastará en el intento de mantener ese volcán bajo control. Yo fui lo bastante pragmático como para entender que era necesario aceptar una cierta medida del dolor de la explosión para después poder alegrarme con el nuevo paisaje. Así es como los personajes de todos mis libros viven entre estos dos mundos: uno de ellos es el mundo en que rige el aumento de las tensiones. El otro, es el de la actitud de liberación.


3. ROSA MONTERO
“El novelista es como un médium de ese individuo”


Los personajes aparecen en tu cabeza en primer lugar muy pequeños, reducidos a una imagen, o una frase, o un gesto, una característica, una decisión, algo... es un núcleo sustancial a partir del cual ese personaje se va construyendo. Y lo desarrollas viviéndote dentro de él, es decir, es el personaje el que te va enseñando cómo es.
El novelista debe de ser lo suficientemente humilde como para dejar de lado su voluntad, digamos, y hacer caso a lo que el personaje le va contando de sí mismo... en algún sentido, el novelista es como un médium de ese individuo. La creación de una novela es muy semejante a un sueño. Tú no escoges el sueño que vas a tener, por el contrario el sueño se te impone. Por eso, cuando el escritor tiene verdadero talento, a veces los personajes le sacan de sus propios prejuicios. Por ejemplo, Tolstoi, que era un machista terrible y un reaccionario, escribió Anna Karenina queriendo hacer un libro contra el progreso; su idea primera era contar cómo el progreso era tan malo que incluso las mujeres se hacían adúlteras. Pero luego su personaje, Anna, le arrastró hacia algo mucho más verdadero, hacia un libro que denuncia el sexismo, la doble moral burguesa, la opresión de las mujeres. Todo eso se lo contó Anna a Tolstoi.